martes, 18 de octubre de 2011

The Black Power

La situación era endemoniada en aquel año 1968. Eran las protestas contra la guerra de Vietnam. Eran las revueltas estudiantiles que azotaban el mundo entero. Y fue también el asesinato de Martín Luther King ("la injusticia es una amenaza a la justicia"), que golpeó de veras a Tommie Smith, el mejor velocista del equipo olímpico de Estados Unidos.

Pero Smith era negro, "un negro nacido en la Norteamerica racista de los años cuarenta", con una infancia que mueve escenas calamitosas. "Para mantener a sus doce hijos, mis padres se deslomaban llenando sacos de algodón bajo la vigilancia de los capataces blancos". Aquello ensanchó el espíritu rebelde de un crío, que creció sin oído. "Yo quería integrarme en este país que ensalzaba las glorias de los hombres que se hacen a sí mismos".

A Tommie Smith, sin embargo, la patria no se lo consentía. Daba igual que en la pista fuese un fenómeno, un hombre con una zancada prodigiosa y un temperamento de hierro. En cuanto salía del vestuario, se recordaban sus orígenes. No era un hombre. Era un maldito. "Seguía siendo un negro al que volvían a despreciar en cuanto la medalla estaba en el bolsillo".

Entre los que partieron a Centroamérica a disputar los Juegos Olímpicos, se encontraban dos chicos de la Universidad de San Jose y miembros del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos que pasarían a la historia:el mencionado Tommie Smith y John Carlos.


Ambos participaron en la carrera de 200 metros, en la que Tommie acabó en primera posición y John fue tercero. En los vestuarios idearon su manera de llevar al mundo su protesta durante la recogida de medallas: sin zapatillas, izaron sus puños con un guante negro cada uno -John Carlos había olvidado su par-, con una bufanda negra como símbolos de pobreza, unidad, poder y orgullo de la América negra. Mientras el australiano Peter Norman -segundo en la carrera- se solidarizaba con ellos con un distintivo.
Mientras sonaba el himno, ambos bajaron su cabeza ante 100.000 espectadores en el estadio. "Recé para que el siguiente sonido que escuchara no fuera un disparo, y recé para que lo próximo que sintiera no fuera la oscuridad de una súbita muerte. Sabía que había mucha gente allí que quería matarme por lo que estaba haciendo" recuerda Tommie Smith en su biografía.Sin embargo, con su vuelta a Estados Unidos su vida había empeorado por aquella llamada al 'Black Power' (Poder Negro).

Traidores a la patria
Antes de partir hacia los Juegos, ambas familias ya habían recibido amenazas anónimas por su participación en asociaciones pro derechos de los afroamericanos dentro y fuera de la Universidad, pero tras su "gesto silencioso" en lo alto del podio y sus denuncias sobre la política de su país la situación se encrespó. La presión de llamadas a cualquier hora, gritos racistas frente a su casa y recriminaciones públicas fue tal que la esposa de John Carlos terminó suicidándose diez años después, la de Tommy se divorció y su madre murió, e incluso Peter Norman fue repudiado en Australia y tuvo que superar tres años de depresión y alcholismo hasta que murió en el olvido en 2006.


Los caminos de Tommy y John se separaron a su regreso a EE.UU. Carlos, hijo de un zapatero de Harlem, se acercó más a las tesis agresivas del pensamiento de Malcom X y llegó a declarar que había dejado ganar a su compañero. Smith, quien había compartido hogar con sus once hermanos y con su padre trabajando en las plantaciones de algodón, se posicionó en la línea más suave de Martin Luther King y defendió su oro como el atleta con mayor número de récords mundiales de su tiempo (once). Cada uno ofreció sus visión en sendos libros, no hubo acuerdo para una película basada en su historia por sus disputas personales y sólo un sobrino de Norman logró terminar el documental "Salute".



No obstante, ambos compartieron en Estados Unidos un destino marcado por las acusaciones de antipatriotas -Reagan ganó votos en California al pedir un correctivo- y pasaron por dificultades para sobrevivir porque casi nadie les quería contratar para cualquier trabajo. Tommy volvió a Ohio, su lugar adoptivo, tras graduarse en sociología, pero también le persiguieron las leyendas urbanas falsas: nunca formó parte de los Panteras Negras y ninguno de los dos devolvió sus medallas al Comité Olímpico.



Tres décadas para aceptar su símbolo

Con el transcurso del tiempo, la opinión pública comenzó a cambiar y a valorar aquel gesto humano. 35 años después, la Universidad de San Jose les dedicó un homenaje de convivencia con los actuales estudiantes, una estatua con el podio -sólo con sus dos ex alumnos- y varias actividades para recordar su paso adelante en el pasado. Ellos siempre supieron que su "acto democrático" iba más allá de lo deportivo, que era un hecho político. Aquella imagen se extendió a todo el mundo, incluso a la Suráfrica del Apartheid, donde acudió aquel ganador de la medalla de oro para seguir con su labor educativa.

Según Tommie Smith, "podíamos haber mantenido altas nuestras cabezas, haber levantado puños blancos dentro de nuestras manos negras, pero el mensaje estaba en el contexto, no en el acto. Sucedió en un momento y en un lugar concreto de la Historia, y por eso, ha seguido un camino determinado. No debemos olvidarlo. Fue un gesto silencioso, así que cualquiera podría haberse apropiado para su propio mensaje". 43 años de aquel ascenso al podio,aquel símbolo contra el racismo se mantiene firme en la memoria.


1 comentario:

  1. definitivamente son actos extraordinarios que marcan y cambian nuestra historia, gracias a tommy y jhon por su valentia, sin olvidar a peter norman quien se convirtio en una victima de estos actos inhumanos que se dieron y que en algunas ocasiones todavia se dan, pidamosle a Dios que estos actos de racismo acaben para siempre.

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