domingo, 30 de octubre de 2011

Recordando...al ``Zar´´ Popov

Para llegar a entender la trascendencia de los éxitos que consiguió el nadador ruso Alexander Popov, considerado el mejor sprinter de todos los tiempos, hay que remontarse unos años atrás. Recién disuelta la antigua Unión Soviética, la enemistad entre rusos y americanos, la llamada guerra fría, seguía estando a la orden del día. La confrontación política se trasladaba a todos los ámbitos de la sociedad y el deporte no era una excepción. En los Juegos Olímpicos de Seúl 88, el norteamericano Matt Biondi arrasó a todos sus rivales y se hizo con el dominio mundial de la natación de velocidad. Los rusos, que habían dominado esta especialidad años atrás con figuras como Vladimir Salnikov, necesitaban encontrar un antídoto para Biondi. De esta tarea se encargó el "gurú" Gennadi Turestki y lo hizo a la perfección. "Fichó" a Popov en la Universidad y lo convirtió en una máquina de correr en una piscina. Sus triunfos no tardarían demasiado en llegar.

Popov debutó al más alto nivel en los Europeos de 1991, disputados en Atenas. Su cosecha no dejó lugar a dudas. El ruso se llevó cuatro oros: los 50 y 100 metros lisos y los relevos de 4x100 libres y estilos. Pero su verdadera consagración llegaría un año más tarde, en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Popov se proclamó doble campeón olímpico de 50 y 100 metros libres en las piscinas Picornell de Montjuïc, derrotando al mismísimo Matt Biondi y consagrándose como el mejor velocista del mundo. Una leyenda que no paró de crecer a lo largo de los años. En los Campeonatos de Europa de 1993 revalidó su corona en los 50 y 100 metros libres. En Roma, durante los Mundiales del 94, volvió a hacer doblete en sus dos pruebas preferidas. Además, ese mismo año, batió el récord del mundo de Matt Biondi en los 100 libres parando el crono en los 48,21 en Mónaco. La historia se repitió en el Europeo de Viena en 1995. Otro doblete. Al año siguiente, en las Olimpiadas de Atlanta, Popov se volvió a mostrar intratable en la distancia corta y revalidó los dos títulos que había conseguido en Barcelona 92.


Pero la suerte que le había sonreído en las piscinas durante aquellos años le dio la espalda en su vida privada. En 1996, después de volver a asombrar a medio mundo en Atlanta, Popov vivió un suceso que le ha marcado para siempre. Una noche, saliendo de una fiesta en Moscú, fue acuchillado por un vendedor ambulante de fruta. La rápida reacción de sus acompañantes parando un coche y trasladándolo inmediatamente al Hospital del Kremlin le salvó la vida de milagro. Pero ingresado, el nadador ruso sólo pensaba en regresar a la piscina. Muchos auguraron el fin de su reinado, pero no acertaron. Popov volvió por sus fueros en los Europeos del 97, repitiendo su doblete preferido. Seguía invicto desde 1991 en 50 y 100 metros libres. Esa hegemonía se torció en los Mundiales de Perth, en 1998, donde perdió su corona de los 50 metros a manos del americano Bill Pilczuk. Los 100 sí que no se le escaparon. A partir de entonces, sus resultados empezaron a no ser los mismos y comenzaron los rumores sobre una posible retirada. Sobretodo tras sus decepcionantes actuaciones en las Olimpiadas de Sydney, sexto en los 50 metros y plata en los 100 -cedió ante el holandés Pieter Van der Hoogenband-. Pero durante el año 2000 Popov dejó una muestra de su clase. Batió el récord del mundo de 50 metros libres (21,64), una marca que a principios de 2006 aún seguía vigente.

A nadie se le escapaba que el final de Popov estaba cerca, pero el nadador ruso se reservaba una última actuación. Sería en la ciudad que le encumbró, Barcelona, donde se celebraron los Campeonatos del Mundo en 2003. Cayeron los oros en 50, 100 y 4x100 metros libres. Tras no poder repetir éxito en los Juegos Olímpicos de Atenas, donde no logró ninguna medalla, Popov decidió poner fin a su carrera deportiva como profesional a principios de 2005. Una carrera llena de éxitos y medallas. El dominio que ejerció el ruso le valió el sobrenombre de "The Big Dog" por parte de sus rivales americanos y el de "Ice Man", por su frialdad a la hora de competir.

A pesar de todos estos triunfos, nadie podía imaginar cuando Popov era tan solo un niño que llegaría tan lejos. Empezó a nadar a los ocho años ya que siempre había temido el agua. Nacido en 1971 en una pequeña ciudad muy cerca de los montes Urales, la vida de Popov dio un giro radical cuando Turetski irrumpió en su vida. Su especialidad era espalda, pero el "gurú" soviético descubrió en él las cualidades de un gran sprinter. Se lo llevó a la universidad de Volvogrado donde empezó a despuntar en crawl. Cuando los seleccionadores rusos rastreaban la URSS en busca de un "anti" Biondi, Turetski no tuvo dudas y Popov se convertía así en el arma de los rusos en las piscinas de competición. Un arma letal.

jueves, 20 de octubre de 2011

La historia del nadador más lento de la historia

Casi todos aplauden y gritan, se rompen las manos para hacer aún más efectivo su aliento. Otros, menos fervorosos, observan en silencio, casi atónitos, cómo ese hombrecito da brazadas en busca del extremo final de la piscina con un estilo más cercano a la desesperación que a una técnica medianamente depurada. Agotado, tras haber competido solitariamente, Eric Moussambani alcanza la meta con un tiempo "histórico" y pasa a la posteridad como el nadador más lento y la estrella de uno de los momentos más bizarros del olimpismo de todos los tiempos.

1m52s72 fue lo que demoró este nadador de Guinea Ecuatorial en completar la prueba de los 100 metros libres en los Juegos de Sydney 2000. Un registro que fue un récord en sí mismo considerando que duplicó al que emplean habitualmente los competidores más rápidos y hasta superó la marca mundial de los 200 metros.
"Los últimos quince metros han sido muy difíciles", admitiría luego un extenuado Moussambani que trataba de recobrar su normal respiración mientras dialogaba con los medios. "Estoy bien, muy feliz", concluyó con una sonrisa.

Nacido el 31 de mayo de 1978, Moussambani se adueñó de un lugar en los Juegos de Sydney gracias a un sistema ideado para permitir la participación de atletas oriundos de países en vías de desarrollo. En esa recordada prueba, el guineano competía inicialmente con dos rivales que habían accedido a los Juegos por este mismo sistema. Sin embargo, una salida en falso los eliminó de la competencia y dejó a Eric recorriendo los 100 metros absolutamente solo.

Así fue que al escuchar la señal de largada, "La Anguila" se zambulló y comenzó a nadar, demostrando rápidamente que su técnica ni siquiera rozaba la de un amateur, una característica comprensible a partir de estos detalles: quiso integrar el equipo de atletismo de su país, pero como estaba completo lo destinaron al de natación; ante la falta de instalaciones, se ejercitaba en la piscina de un hotel, de apenas 20 metros; tenía solamente ocho meses de entrenamiento; apenas vio las dimensiones de la pileta de Sydney, creyó que tenía 100 metros y que no debía hacer el trayecto de ida y vuelta.

Su actuación, de todos modos, lo convirtió en el hombre del momento, el más buscado y codiciado, y no sólo por los medios, sino también por empresas que lo proyectaban como la nueva cara de alguna publicidad. De ese modo, Eric firmó un contrato con la marca de ropa de natación Speedo, con la que se iba a entrenar en Florida, aunque nunca volvió a tener noticias de esta empresa. Según reveló él mismo, el vínculo rubricado estaba escrito en inglés, un idioma que no comprendía.

El guineano también paseó su figura por la TV, donde incluso vivió algunos momentos algo embarazosos, como cuando en un programa alemán le pidieron que compitiera contra una anciana de 85 años.

Sin prestarle atención a las burlas, Moussambani continuó entrenando en Barcelona y logró bajar su marca personal en menos de 60 segundos con el objetivo de participar en los Juegos de Atenas 2004. Pero un problema de visado lo dejó afuera de la competencia.

Algunas crónicas posteriores a aquella carrera "consagratoria" revelan que el nadador se convirtió en un ídolo para su país y para el continente africano -sus fans hasta crearon un web site-, y que muchos jóvenes comenzaron a practicar este deporte con el objetivo de imitarlo. En definitiva, otra demostración de que la historia deportiva ampara a todo tipo de personajes, hasta a "antihéroes" como Eric Moussambani.

Os dejo el video de la actuación de Moussambani en los Juegos Olímpicos de Sydney:


 Saludos a todos


martes, 18 de octubre de 2011

The Black Power

La situación era endemoniada en aquel año 1968. Eran las protestas contra la guerra de Vietnam. Eran las revueltas estudiantiles que azotaban el mundo entero. Y fue también el asesinato de Martín Luther King ("la injusticia es una amenaza a la justicia"), que golpeó de veras a Tommie Smith, el mejor velocista del equipo olímpico de Estados Unidos.

Pero Smith era negro, "un negro nacido en la Norteamerica racista de los años cuarenta", con una infancia que mueve escenas calamitosas. "Para mantener a sus doce hijos, mis padres se deslomaban llenando sacos de algodón bajo la vigilancia de los capataces blancos". Aquello ensanchó el espíritu rebelde de un crío, que creció sin oído. "Yo quería integrarme en este país que ensalzaba las glorias de los hombres que se hacen a sí mismos".

A Tommie Smith, sin embargo, la patria no se lo consentía. Daba igual que en la pista fuese un fenómeno, un hombre con una zancada prodigiosa y un temperamento de hierro. En cuanto salía del vestuario, se recordaban sus orígenes. No era un hombre. Era un maldito. "Seguía siendo un negro al que volvían a despreciar en cuanto la medalla estaba en el bolsillo".

Entre los que partieron a Centroamérica a disputar los Juegos Olímpicos, se encontraban dos chicos de la Universidad de San Jose y miembros del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos que pasarían a la historia:el mencionado Tommie Smith y John Carlos.


Ambos participaron en la carrera de 200 metros, en la que Tommie acabó en primera posición y John fue tercero. En los vestuarios idearon su manera de llevar al mundo su protesta durante la recogida de medallas: sin zapatillas, izaron sus puños con un guante negro cada uno -John Carlos había olvidado su par-, con una bufanda negra como símbolos de pobreza, unidad, poder y orgullo de la América negra. Mientras el australiano Peter Norman -segundo en la carrera- se solidarizaba con ellos con un distintivo.
Mientras sonaba el himno, ambos bajaron su cabeza ante 100.000 espectadores en el estadio. "Recé para que el siguiente sonido que escuchara no fuera un disparo, y recé para que lo próximo que sintiera no fuera la oscuridad de una súbita muerte. Sabía que había mucha gente allí que quería matarme por lo que estaba haciendo" recuerda Tommie Smith en su biografía.Sin embargo, con su vuelta a Estados Unidos su vida había empeorado por aquella llamada al 'Black Power' (Poder Negro).

Traidores a la patria
Antes de partir hacia los Juegos, ambas familias ya habían recibido amenazas anónimas por su participación en asociaciones pro derechos de los afroamericanos dentro y fuera de la Universidad, pero tras su "gesto silencioso" en lo alto del podio y sus denuncias sobre la política de su país la situación se encrespó. La presión de llamadas a cualquier hora, gritos racistas frente a su casa y recriminaciones públicas fue tal que la esposa de John Carlos terminó suicidándose diez años después, la de Tommy se divorció y su madre murió, e incluso Peter Norman fue repudiado en Australia y tuvo que superar tres años de depresión y alcholismo hasta que murió en el olvido en 2006.


Los caminos de Tommy y John se separaron a su regreso a EE.UU. Carlos, hijo de un zapatero de Harlem, se acercó más a las tesis agresivas del pensamiento de Malcom X y llegó a declarar que había dejado ganar a su compañero. Smith, quien había compartido hogar con sus once hermanos y con su padre trabajando en las plantaciones de algodón, se posicionó en la línea más suave de Martin Luther King y defendió su oro como el atleta con mayor número de récords mundiales de su tiempo (once). Cada uno ofreció sus visión en sendos libros, no hubo acuerdo para una película basada en su historia por sus disputas personales y sólo un sobrino de Norman logró terminar el documental "Salute".



No obstante, ambos compartieron en Estados Unidos un destino marcado por las acusaciones de antipatriotas -Reagan ganó votos en California al pedir un correctivo- y pasaron por dificultades para sobrevivir porque casi nadie les quería contratar para cualquier trabajo. Tommy volvió a Ohio, su lugar adoptivo, tras graduarse en sociología, pero también le persiguieron las leyendas urbanas falsas: nunca formó parte de los Panteras Negras y ninguno de los dos devolvió sus medallas al Comité Olímpico.



Tres décadas para aceptar su símbolo

Con el transcurso del tiempo, la opinión pública comenzó a cambiar y a valorar aquel gesto humano. 35 años después, la Universidad de San Jose les dedicó un homenaje de convivencia con los actuales estudiantes, una estatua con el podio -sólo con sus dos ex alumnos- y varias actividades para recordar su paso adelante en el pasado. Ellos siempre supieron que su "acto democrático" iba más allá de lo deportivo, que era un hecho político. Aquella imagen se extendió a todo el mundo, incluso a la Suráfrica del Apartheid, donde acudió aquel ganador de la medalla de oro para seguir con su labor educativa.

Según Tommie Smith, "podíamos haber mantenido altas nuestras cabezas, haber levantado puños blancos dentro de nuestras manos negras, pero el mensaje estaba en el contexto, no en el acto. Sucedió en un momento y en un lugar concreto de la Historia, y por eso, ha seguido un camino determinado. No debemos olvidarlo. Fue un gesto silencioso, así que cualquiera podría haberse apropiado para su propio mensaje". 43 años de aquel ascenso al podio,aquel símbolo contra el racismo se mantiene firme en la memoria.